La brisa marina en el norte de Chile y el sur de Perú guarda un secreto que los pescadores de orilla han conocido por años, pero que ahora ha sido confirmado por la ciencia: la raya diamante (Hypanus dipterurus) no solo habita estas costas, sino que también desempeña un papel vital en los ecosistemas marinos de la región. Este hallazgo, liderado por los científicos del Proyecto Raya Águila en colaboración con el Centro Científico CEAZA, fue posible gracias a una inesperada aliada: la ciencia ciudadana.
Todo comenzó con una curiosa investigación en redes sociales. Los investigadores analizaron detenidamente fotografías compartidas por pescadores recreativos, quienes, sin saberlo, se convirtieron en observadores clave de esta especie marina. Los registros recopilados no solo confirmaron la presencia de la raya diamante en las bahías templadas del norte de Chile y el sur de Perú, sino que también revelaron un dato sorprendente: su distribución es discontinua, extendiéndose desde California hasta México, las islas Galápagos, y desde Ecuador hasta Antofagasta, pero siendo completamente ausente en Centroamérica, donde se creía que también habitaba.
El Dr. Marcelo Rivadeneira, investigador de CEAZA, resalta la importancia de este enfoque colaborativo. «La implementación de planes de monitoreo a lo largo de toda la costa es vital para generar más y mejores políticas de conservación. Sin embargo, esta tarea es titánica y supera las capacidades del estado y del mundo académico. Este trabajo ilustra cómo una ciencia ciudadana activa puede y debe aportar en esta dirección», comenta.
Pero, ¿quién es esta enigmática habitante de las costas? La raya diamante, con su característico cuerpo romboidal similar a un diamante, piel suave y cola corta con una espina, no solo es fácil de reconocer sino también un elemento clave para la salud del ecosistema marino. Diego Almendras, bíologo marino del Proyecto Raya Águila, explica que estas rayas actúan como predadores medios, alimentándose de moluscos, crustáceos y peces, y sirviendo a su vez de alimento para otras especies. Su rol es crucial para mantener el equilibrio en las comunidades marinas.
Pero hay más. Estas rayas desempeñan una función poco conocida pero vital: la bioperturbación. Al remover la arena en busca de alimento, liberan nutrientes, oxigenan el suelo marino y crean hábitats para otras especies. «Es como si labraran el fondo del mar, asegurando que otros organismos también puedan prosperar», detalla Almendras.
La longevidad de esta especie también es notable: los machos pueden vivir hasta 19 años y las hembras hasta 28, aunque su crecimiento es lento, un factor que las hace vulnerables a la sobreexplotación. A pesar de que no generan electricidad, su presencia electriza los esfuerzos por proteger los ecosistemas marinos.
El estudio, publicado en la revista Journal of Fish Biology, no solo marca un hito en la comprensión de esta especie, sino también en el uso de herramientas tecnológicas y sociales para la conservación. En cada imagen capturada por un pescador y en cada dato recopilado, hay una prueba del poder de la colaboración entre la ciencia y la ciudadanía para desentrañar los misterios del mar.